Conflictos en la educación formal ( y la No formal).
- Mil caminos en mi mochila
- 3 nov 2019
- 5 Min. de lectura
¿Sabemos cómo afrontar los conflictos en el aula o en un campamento protagonizados por menores a nuestro cargo?

Cualquier edad no está exenta de conflictos, y mucho menos las edades que nos atañen en nuestro trabajo, las que engloban a niños.
Los conflictos se pueden presentar de muchas maneras, siendo más o menos preocupantes o graves, pero teniendo claro que la mayoría de las veces arrastran una situación de carácter negativo: peleas, discusiones, faltas de acuerdo, distintos puntos de vista, conflictos de intereses, usurpación de espacios y propiedades, llamar la atención… etc.
Desde nuestra posición de educadores, tenemos la obligación moral de poner todas nuestras capacidades y herramientas a disposición del arreglo de los conflictos surgidos, sea cual sea su grado de negatividad, ya que pueden influir de una manera decisiva en el devenir diario de nuestro grupo. Tampoco tenemos que ver el conflicto como algo intrínsecamente malo, ya que muchas veces, debido a ellos, logramos superar situaciones enquistadas, o dentro de un nivel estrictamente personal, nos ayudan a superarnos.
Los conflictos son parte de nuestra vida, y sin tener que buscarlos o sacralizarlos, hemos de superarlos siempre en pos del beneficio futuro del grupo o del propio (siempre que no implique perjudicar a nadie). El resultado final dependerá en gran medida de cómo hayan sido de adecuadas las estrategias utilizadas y de nuestras habilidades para manejar los conflictos.
Para resolver un conflicto, hemos de seguir en principio las siguientes pautas:
Identificar qué problema hay.
Atacar el problema y no a la persona.
Escuchar sin interrumpir.
Preocuparse por los sentimientos de los demás.
Ser responsables de qué decimos y hacemos.
Como ejemplo, podemos aplicar las siguientes TÉCNICAS:
1. Escuchar atentamente: requiere buena predisposición por parte de los participantes. Es muy importante que no se interrumpa a la persona a la que se está escuchando hasta que acabe de hablar. Todo importa en esta técnica: movimientos, mirada, tono voz… no se nos puede escapar nada. Y lo más importante es que al final hay que repetir todo aquello que nuestro interlocutor nos ha querido no sólo decir, sino TRANSMITIR. Es una técnica que valoro positivamente, y la veo apropiada para conflictos entre dos personas, no grupales. Implica ganas de solucionar el conflicto por las dos partes, a mi entender, por el nivel de involucración.
2. Yo mensaje: técnica en la que lo importante es mostrar o expresar de una manera directa y abierta nuestros sentimientos a otra persona como resultado de alguna acción suya o comportamiento. Al ser nosotros sinceros, provocamos que la otra persona lo sea también, dándole la oportunidad de rectificar. Personalmente me crea dudas de su efectividad, pues la persona receptora del “mensaje” ha de estar muy dispuesta a cambiar y aceptar sus fallos. Quizás sea más efectiva en situaciones de malentendidos, o acciones en las que se desconocen las consecuencias a terceros. En enfrentamientos directos no la veo aplicable.
3. Convirtiendo las ofensas en cumplidos: en esta técnica tratamos de convertir cualquier insulto, agravio u ofensa hacia nosotros en un cumplido. Tiene algunas variaciones, como responder con cumplidos, agradeciendo la ofensa, dándole parte de la razón… También se puede utilizar en casos de agresiones no verbales, respondiendo siempre con amabilidad y un toque de ironía e imaginación. Esta técnica busca “desarmar” a la persona que te está ofendiendo o provocando, ya que siempre esperan una respuesta violenta u ofensiva, y cuando no se produce esta, acaban perdiendo interés en ti. Me gusta su originalidad y enfoque positivista, aunque se necesita de una gran paciencia y serenidad, así como de seguridad en si mismo para llevarla a cabo. No es aplicable a todas las personas ni conflictos.
4. Hacer preguntas: esta técnica se puede usar cuando la persona que ofende no busca sino llamar la atención debido a no sentirse bien, seguro o atemorizado, y su defensa o llamada de atención es buscar un enfrentamiento la mayor de las veces verbal. Suelen hablar sin pensar, por lo que para “desarmarlos” basta con intentar razonar con ellos o darles respuestas que no se esperan, generalmente con preguntas que les hacen replantearse lo que están haciendo. Creo que en determinados casos puede ser una herramienta valiosa por el factor sorpresa que presenta y porque puede conseguir efectos positivos en un corto espacio de tiempo.
5. Utilizando el sentido del humor: aplicando humor podemos llegar a “desarmar” a la persona que nos está ofendiendo, ya que no suelen esperar una reacción así. Tiene bastante relación con la técnica anterior. Podemos seguir el juego a la otra persona hasta que se dé por vencida o abandone su actitud, o también podemos devolverle comentarios ilógicos, que conseguirán que pierda el interés por seguir ofendiendo, o incluso se una a la guasa y abandone su actitud. Es una técnica sencilla y positiva y de la que creo, más réditos podemos obtener, ya que es fácil de aplicar (aunque hay que echarle un poco de valor para ponerla en marcha), y creo está al alcance de cualquiera.
6. Mi aportación: utilizar los juegos de rol. En cierta ocasión, tuve a mi cargo en un campamento de verano a un adolescente que rechazaba toda norma de convivencia, y que por su temperamento, incluso sus compañeros de habitación y grupo le rehuían. La situación parecía difícil de reconducir, ya que las posturas estaba muy enquistadas, y la solución llegó sola cuando este chico solicitó participar como uno mas en una partida de rol de "Star Wars" que estábamos jugando. Al principio a sus compañeros no les hizo gracia, pero eran más las ganas de jugar que de molestarse por su presencia, por lo que poco a poco le fueron aceptando. La clave para su aceptación total era que para conseguir el objetivo final de la partida, todos los jugadores han de colaborar, cada uno con sus habilidades, lo que les llevaba a tener que dialogar, pensar cooperar… y lo que empezó siendo una cooperación en la partida de rol, se trasladó al exterior, al día a día normal, se acostumbraron a hablar, a ser más tolerantes; y el chico problemático se dio cuenta de que cediendo un poco y no queriendo ser el centro de atención, se divertía más, no estaba siempre enfadado… en resumen, que estaba INTEGRADO. Y es que los juegos de rol sacan partes de nuestra persona que a veces ni sabemos que están ahí, y si son bien dirigidas por el director de la partida (mejor un adulto), pueden ayudar al más tímido a soltarse, al mas parlanchín a comedirse, o al “gallito” del grupo a moderarse, porque en el juego todos necesitan de todos, y solo no se llega a ningún sitio. Se sienten apoyados, se sienten héroes, ríen juntos, lamentan perdidas entre todos… el rol es una gran y desconocida herramienta, y me lleva funcionando muchos años para resolver problemas e integrar niños.
Espero haberos sido de ayuda. Gracias por leerme.
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